Ya comente una vez que hubo un día en el que Espinete era el Capo de las mesas de las timbas, si esta estaba llena se levantaban tres para dejarle el sitio, la suya siempre era la mejor mano, hasta que un día cansado de jugar con los mismo pardillos de siempre decido pasar las fronteras e instalarse en la @twitter_timba.
Cuando Espinete llegó se encontró un lugar de ensueño, donde en vez de jugar con fichas se jugaba con monedas de oro inagotables, las ganancias no había que declararlas a Hacienda, no se sentaba en sillas, si no en tronos, Las mesas de mesas de madera de ébano de estilo Rococó y Luis XV, eran inmensas, siempre había un camarero a la disposición del jugador dispuesto a servirte lo que pidieses, y el centro de la sala estaba presidida por una magnifica fuente de mármol cubierta en plata por donde sus caños emergían abundante vino de reserva del 93.
Todo esto un día se vino abajo cuando las autoridades del reino obligadas por los acuerdo internacionales se vio en la situación de ampliar sus fronteras traspasándolas gente de toda calaña dando lugar a una revolución popular en la que se derrocaría el reino convirtiendo una república bananera, imitando a Sodoma y Gomorra y Pompeya, en donde por las salas solo se podían escuchar gritos de violencia, la basura era acumulada bajo las mesas, la fuente se había secado convirtiéndola en un orinal, las ratas recorrían a sus anchas, incluso era la única dieta para algunos, abundaban las sustancias ilegales y el alcohol, y los sobre los tapetes quemados mancillaban y montaban estrepitosas orgias como si fuesen los mismo actores de la película de Stanley Kubrick “Eyes wide shut” pero sustituyendo los antifaces por caretas de piñata.
Hasta que un día Espinete decidió que esto debía de volver a ser lo que fue, y eligió el primer torneo de marzo para dar el golpe. Cuando eran las 23 horas, y el croupier llamo a sus señorías para que ocupasen sus escaños en las mesas este rápidamente corrió hacia un lugar que días atrás había señalado para la ocasión, y del que nunca se movería hasta que llegase a la mesa final.
Durante el transcurso del torneo fue de tapado, no entrando en grandes botes y tampoco arriesgando más de lo necesario de hecho hasta la mitad, cuando quedaban unos 15 participantes aproximadamente, fue siempre de los últimos con un saldo de fichas inferior a 1000. Fue ahí cuando ya se percato del fácil camino que quedaba al ver que la mayoría de los revolucionarios, ya habían caído, por lo que dijo con voz muy sobria y arrogante: - ¿Quién de vosotros me acompañara en la mesa final?, nadie de los allí presente capto el mensaje, por lo que instantes después estos fueron lentamente eliminados, llegando a ella sin aliados y encontrándose entre otros con 3 viejos adversarios: Un valiente caballero armado, un kamikaze y el temible dragón de tres cabezas el cual ya estaba siendo un habitual por estas alturas.
Rápidamente se produjeron las primeras bajas en donde el caballero que llegó con su frígido yelmo acabó cayendo, luego empezaron los ataques del kamikaze, no entrando en su juego, además de criticarlo, con lo que este se excusaba diciendo sus porque, cayendo en la trampa que el astuto erizo le puso, de tal forma que acabo inmolándose con su gran carga de explosivos. Al instante el fiero dragón de tres cabezas lanzo una gran llamaretada contra el puercoespín, siendo respondida por el hombre de cerpa con un “¡Pinchos fuera!” introduciéndose estos por la gigantesca boca de cada una de sus cabezas, provocándole la asfixia y cayendo derrotado. Ya solo tenía le quedaba enfrente al mismito Rómulo y Remo unificado, el cual iba acompañado de su fiel loba, que era la que hacía los ataques, tras un intento de mordedura de la loba, el majestuoso y astuto Espinete se lanzo sobre ella acabando con su vida, y proclamándose vencedor.
Por lo que desde ese día Espinete volvió a convertirse en un capo de la timba terriblemente respetado y volviendo a convertirse todo y todos en lo que antes era.
P.d. Cuenta la leyenda que si dices tres veces Espinete frente a un espejo saldrán pinchos, que te perseguirán como si de un enjambre de abejas se tratara, hasta que te duermas y estos acaban clavándose y traspasando tu corazón.
